Estaban los tres ciegos ante el elefante.
Uno de ellos le palpó el rabo y dijo:
- Es una cuerda.
Otro ciego acarició una pata del elefante y opinó:
- Es una columna.
Y el tercer ciego apoyó la mano en el cuerpo del elefante y adivinó:
- Es una pared.
Así estamos: ciegos de nosotros, ciegos del mundo.
Desde que nacemos, nos entrenan para no ver más que pedacitos.
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